Tras 10 años de trabajo y no pocas dificultades técnicas, el primer satélite español de observación de la Tierra está casi preparado para salir al espacio. Hace unos días, ingenieros embutidos en monos, guantes y mascarillas daban los últimos retoques al instrumento óptico dentro de la sala blanca, una estancia herméticamente aislada de los millones de partículas de polvo, bacterias y virus que flotan en el aire y que podrían empañar la resolución de este artefacto, con un coste final de unos 200 millones de euros.
Dentro de la sala blanca hace calor y el zumbido del sistema de ventilación es agobiante. Diego Rodríguez, director de Espacio de Sener, levanta la voz tras la mascarilla. “Hemos tenido que aprender a desarrollar esta tecnología desde cero y no ha sido nada fácil”. El instrumento óptico del satélite construido por esta empresa lleva dos cámaras con un sistema de espejos que concentran la luz hasta componer una imagen de 60 kilómetros de lado y en la que cada píxel representa 2,5 metros, lo que le permitirá ver detalles sobre el terreno del tamaño de un coche. Unos años después de haber comenzado su construcción, los ingenieros detectaron una desalineación de los espejos mayor que una micra —la milésima parte de un milímetro— y hubo que volver a empezar de nuevo, reconoce Rodríguez. Asesorados por empresas europeas, ahora han alcanzado un nivel de precisión al nivel del nanómetro, una millonésima de milímetro, asegura Rodríguez.
La construcción del SeoSat Ingenio se aprobó en 2007. La intención era que España fuese capaz de desarrollar tecnología propia para escudriñar el territorio sin depender de otros países. Una anécdota militar ilustra su importancia, aunque sus usos vayan a ser principalmente civiles. En julio de 2002 el entonces ministro de Defensa Federico Trillo informaba de la toma de la isla de Perejil por tropas españolas con aquel famoso: “al alba y con tiempo duro de levante…”. Tras aquella escaramuza con Marruecos —que acaba de lanzar su primer satélite espía— había un hecho sonrojante para algunos mandos militares. España no tuvo imágenes de lo que pasaba en el islote porque dependía de un satélite de Francia que, misteriosamente, sufrió problemas técnicos.
El artefacto orbitará a 670 kilómetros de altitud pasando por los polos y será capaz de cubrir todo el territorio de España ocho veces al año. Sus imágenes servirán para cartografía, agricultura, gestión de recursos naturales (nivel de los embalses), emergencias y seguridad, por ejemplo alertar de incendios, indicar el nivel de nutrientes de un cultivo para saber cuánto fertilizante usar o detectar construcciones ilegales.
Saldrá al espacio con siete años de retraso por su complejo desarrollo
Este satélite no tendrá más resolución que Google Earth, pero sus imágenes pueden ser mucho más valiosas, argumenta Jorge Lomba, del Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial, el organismo dependiente del Ministerio de Economía que ha gestionado la construcción de este satélite, que tenía un presupuesto inicial de 173 millones de euros. “Cuando ocurrió el gran incendio de Guadalajara en 2005, se intentaron usar en el juicio imágenes de Google Earth, pero no se admitieron como prueba porque no había forma de demostrar de qué punto eran y cuándo se habían tomado. Por primera vez, las imágenes de Ingenio serán un medio de prueba eficaz y objetivo en juicios o procedimientos administrativos en estos casos”, explica Lomba. “Nuestra intención es que todas las imágenes sean públicas y gratuitas como las del sistema europeo Copérnico”, resalta Lomba, aunque advierte de que debe ser el Gobierno el que lo apruebe finalmente.
El 75% de toda la tecnología de Ingenio es española, el satélite con más componentes nacionales que se ha desarrollado hasta ahora. Otra empresa, Casa Espacio, ha creado la plataforma principal del satélite, muy parecida a la que ahora hará para Cheops, otra misión europea para buscar exoplanetas que será la primera de este tipo liderada por España.
El instrumento también tendrá usos militares, sobre todo como complemento de Paz, un satélite de radar del Ministerio de Defensa cuyo lanzamiento está previsto desde EE UU en enero de 2018 a bordo de un cohete Falcon de la compañía SpaceX, la empresa de Elon Musk. Mientras, el SeoSat se someterá a sus últimas pruebas técnicas en una cámara que simulará los cambios de temperatura en el espacio y la vibración que sufrirá durante el despegue en las instalaciones del Instituto Nacional de Tecnología Aeroespacial, cerca de Madrid. Su lanzamiento, con siete años de retraso, se realizará a bordo de un cohete europeo Vega entre octubre de 2019 y septiembre de 2020.