Barcelona invierte cada año 72 millones de euros en el plan de transformación digital de la ciudad, que tiene cuatro puntos: vivienda asequible, transición energética, movilidad sostenible y democracia participativa. El objetivo del Ayuntamiento que la tecnología juegue un papel clave en el “empoderamiento” de la ciudadanía, objetivo que coincide con el lema del Smart City Expo World Congress que se ha celebrado la pasada semana.
“Para llamar smart a una ciudad debe reunir en un centro de control de forma autónoma algunos de los servicios que presta a los ciudadanos”, explica Gemma Batlle, directora de desarrollo tecnológico de Eurecat, un centro tecnológico de financiación públicoprivada. Batlle señala el uso de datos para tomar decisiones. Así ha sido en dos proyectos de Eurecat y el consistorio: un análisis de los flujos de turistas en los alrededores de la Sagrada Familia y otro de los accidentes de tráfico. En base a los resultados la administración ha podido reordenar los flujos de paso entorno al templo y reducir la siniestralidad.
La movilidad es, precisamente, uno de los puntos fuertes de Barcelona como ciudad smart: tres de las ocho líneas de metro operadas por TMB son automáticas (L9, L10 y L11), y en 2018 está previsto que se incorpore la L10 Sud. Sin embargo, la principal apuesta en transporte público es cambiar las tarjetas de cartón por unas de plástico personalizadas, la T-Mobilitat. La idea es sencilla: cada usuario tendrá una tarjeta en la que se incluyen sus datos y deberá validarla al entrar y salir del transporte. Con los datos, los diferentes operadores podrán establecer patrones de viaje y regular sus servicios. En la Generalitat defienden que el nuevo sistema “cambiará la movilidad en Cataluña” y subrayan que eliminará las diferencias tarifarias en el territorio y simplificará la gama de títulos.
El Ayuntamiento también participa en iniciativas europeas, como el proyecto ZeEUS, que pretende fomentar el uso de autobuses eléctricos y que en Barcelona se traducirá en la electrificación completa de una línea de autobús, la H16, en 2018. Dentro de esta propuesta también se encuentra el proyecto Eliptic, que busca reutilizar la energía generada por las líneas de metro para cargar autobuses eléctricos. Barcelona espera hacerlo con la L4 y utilizar esa energía para recargar los autobuses de la H16.
En materia de participación ciudadana mediante la tecnología destaca la plataforma Decidim. Es la web en la que los vecinos pueden hacer propuestas de mejora de la ciudad y votar las ya existentes. En 2016 participaron 10.000 personas. Ahora hay un debate abierto sobre el plan clima de la ciudad, que aúna las acciones relacionadas a combatir los efectos del cambio climático y conseguir una movilidad más limpia.
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