Hileras de pupitres meticulosamente colocados frente a una pizarra. Esta imagen queda como una fotografía en blanco y negro. También han quedado obsoletos los cuadrantes que delimitaban el horario de cada asignatura, como cajones separados. La escuela está inmersa en un proceso de reorientación y transformación que sitúa al alumno como protagonista de una enseñanza por competencias, o por retos. “Es una necesidad transformar el sistema educativo”, afirma la decana de la facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de Mondragon Unibertsitatea.
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Begoña Pedrosa aboga por “abandonar estructuras encorsetadas”, centradas en disciplinas o asignaturas de forma aislada, para pasar a un aprendizaje centrado en dotarles de herramientas para resolver problemas y hacer frente a un futuro plagado de incertidumbres, también en el entorno laboral. “Está demostrado que permite desarrollar un pensamiento complejo”, remarca. La composición de las aulas está cambiando para propiciar el diálogo y el trabajo en equipo. Un gesto que trae aparejadas otras tantas medidas que en el fondo exigen un “cambio de mentalidad en toda la comunidad educativa”, según la decana.
CUATRO EXPERIENCIAS
El sistema Amara Berri fue pionero y basa el aprendizaje en torno al juego y la simulación de la vida cotidiana.
Las Eskola Txikiak, por su tamaño pueden agrupar en las mismas aulas a niños de todas las edades.
Las Comunidades de Aprendizaje se centran en entornos con desigualdades sociales.
En Antzuola se fundó la Herri Eskola, una unificación que “permite educar a los niños en la diversidad”.
En Euskadi el plan Heziberri 2020 del Gobierno vasco es el paraguas dentro del cual cada centro, de forma autónoma, desarrolla su propio currículum. Según el decreto que lo regula promueve “el pensamiento creativo individual”. No se trata de transferir o de memorizar, añade, sino de que alumno sepa “argumentar, convencer y avanzar para transformar ideas en acciones”. El departamento de Educación, dentro del epígrafe destinado a la innovación invertirá el año que viene 47 millones de euros, un 2,3% más que el ejercicio actual.
Su directora, Lucía Torrealday, hace una apuesta firme por métodos que “implican activamente al alumnado en procesos de búsqueda y reflexión planteando retos cercanos a sus vivencias”. Bajo nomenclaturas como Montessori, Waldorf, Pikler o Reggio Emilia, las denominadas metodologías alternativas llevan años abriéndose paso. Las expertas alertan, sin embargo, que dejar de lado las fórmulas tradicionales exige cambiar esquemas mentales, “algo que podría tardar como mínimo tres años”, remarca Pedrosa que huye de modelos cerrados porque cada comunidad debe buscar su camino y éste debe partir de una reflexión compartida dentro de la comunidad. El rol del profesor adquiere, en todo esto, un papel preponderante.
Los docentes han dejado de dictar la lección de los libros al pie de la letra para ejercer de “facilitadores o acompañantes” de los alumnos, detalla Torrealday. El presupuesto para reciclar a los educadores asciende a 1,9 millones de euros el próximo ejercicio. En paralelo, la decana de la universidad de Mondragón señala que es prioritario “un trabajo de autoestima y para prestigiar la profesión”. En este contexto, la tendencia es suprimir los exámenes de fin de curso como única herramienta de evaluación, aunque desde el departamento de Educación insisten en que “los indicadores de logro tienen que estar presentes”, de lo contrario se podrían frustrar las expectativas y dejar en “un sueño” ese cambio.
Las evaluaciones internas y las externas están suponiendo un freno para la innovación en las escuelas que restringen estas experiencias a los ciclos de Infantil o Primaria, dejando como algo testimonial los casos en Secundaria o Bachiller. Pedrosa no comparte ese criterio. Considera que “se puede transgredir en cualquier etapa”.