Un espectáculo tradicionalmente sexista se puede convertir en una plataforma de denuncia contra la violencia machista. Ahí se coló, en el certamen de Miss Perú. Entre el maquillaje, los focos, los trajes de noche y los bikinis. “Mi nombre es Camila Canicoba y represento al Departamento de Lima. Mis medidas son 2.202 casos por feminicidios reportados en los últimos nueve años en mi país”. Así, contundente, fue la respuesta de una de las participantes a la típica pregunta sobre sus caderas, pecho y cintura. Y la siguieron el resto de sus compañeras, enfundadas en dorados vestidos de lentejuelas. Una a una, fueron enumerando cientos de violaciones, explotación sexual, malos tratos. Datos de una realidad constante para un país, Perú, que ha registrado entre enero y septiembre 94 asesinatos machistas y 175 tentativas.
El mensaje de las concursantes de Miss Perú, que arrancó más de un suspiro ante unos espectadores anonadados por encontrarse un alegato contra la violencia machista en un concurso de belleza, ha levantado una oleada de pólvora en toda América Latina, una región en la que ser mujer es —así de claro— un riesgo. Y desde allí, se ha extendido a todo el mundo. Pero también hay quien ha criticado, y duramente, tanto al certamen como a las concursantes por hablar de feminicidios en un entorno que cosifica a la mujer –cuál no, por otra parte—. Consideran que Miss Perú mercantiliza el tema y lo aprovecha para ganar audiencia. Creen que, más que activismo, es una pura operación de márketing.
Pero la guerrilla hay que hacerla en cualquier selva. Lo que han logrado esas mujeres y el certamen Miss Perú es visibilizar el tema ante un segmento de audiencia que no consume manifiestos feministas, no lee noticias de temas sociales ni debate sobre el feminicidios ante un café con un grupo de colegas. El concurso de belleza fue lo más visto en Perú el domingo. Miles de personas. Ahora, gracias a las redes sociales donde el vídeo ha corrido como la espuma, ya son millones.
No fue algo improvisado. Tampoco orquestado entre bambalinas por las 23 misses. Fue la organización quien decidió que la violencia machista centrara el concurso. Que el certamen sirviera como denuncia. Sostienen que buscaban llamar la atención, buscar la reacción a un mensaje emitido en un canal poco habitual.
Jessica Newton, antigua reina de la belleza y ahora organizadora del evento, ha recalcado que es una forma “transgresora” de luchar por la igualdad. Afirma que quiere transformar el certamen en un lugar donde “empoderar a la mujer” y sostiene que no le chirría en absoluto denunciar los feminicidios en traje de baño, uno de los apartados más criticados de los concursos de belleza. “Las mujeres pueden salir desnudas si lo desean. Es una decisión personal. Si salgo en traje de baño, soy tan decente como una mujer que sale con un vestido de noche”. Y así lo hicieron las 23 aspirantes a miss.
Desde luego, el contraste fue oceánico. Mujeres desfilando en bikini frente a pantallas que emitían los titulares de las últimas noticias de feminicidios en el país: “Vigilante mata de un disparo a su pareja”, “63 mujeres violadas a diario”. Es irónico, pero quizá la plataforma sea perfecta para denunciar los brutales crímenes contra las mujeres.